Gustavo Arango
Escritor y Docente en Nueva York
La palabra hogar tiene su
origen en el fuego que mantiene la tibieza de la casa y, por extensión, está
asociada con el fuego que sirve para preparar los alimentos. Al elegir el tema
y el enfoque para este libro, su autor nos recuerda que el verdadero centro de
poder en una sociedad no está en las oficinas de gobierno, ni en las
instituciones, sino en la intimidad del hogar. Allí se nutren los valores que la
sostienen. La cocina da fuerza a la unidad familiar.
Si algún futuro
historiador quisiera retratar la sociedad huilense se principios del siglo XXI,
encontrará en este libro información más valiosa que en muchos documentos oficiales.
Aquí están las mujeres protagonistas, soñadoras, emprendedoras, sensibles, alegres,
determinadas, que han dado forma a una comunidad consciente de sus retos, orgullosa
de sus logros y optimista sobre sulegado a las generaciones del futuro.
La cocina es la excusa,
pero la vida entera se vislumbra en esos intercambios rápidos de preguntas y
respuestas espontáneas. Aquí están las hijas que honran la tradición, las
esposas que son cómplices de sus maridos, y las madres para quienes sus hijos
son la vida. Todas ellas son conscientes y orgullosas de su papel, discretas y
respetuosas de los hombres, que aquí sólo aparecen en un segundo plano.
La conversación es
amable, pero no excluye el sentido crítico hacia las cosas censurables. El
maltrato infantil, la corrupción, la irresponsabilidad, reciben justo reproche.
Pero el tono general es de optimismo, de amor por la región –incluso en
aquellas que vienen de lejos y han sido adoptadas por la sociedad opita.
No sería de extrañar que
este libro causara conmoción en la ciudad. Después de leer estas entrevistas,
uno se pregunta cuántas otras mujeres valiosas se quedaron por fuera. Quizá,
con el tiempo, sea necesario hacer reediciones cada vez más ampliadas.
La presencia de Heber
Zabaleta es sutil e inteligente. Pregunta lo justo para que sus entrevistadas
se luzcan y revelen las facetas que las hacen únicas. Sazona la conversación
con una respetuosa picardía.
Sólo una objeción se me
ocurre. Tanto el entrevistador como las entrevistadas parecen mirar la sal con muy
poca simpatía. Se refieren a ella para hablar de lo malo. Quizá sea la idea de
que sube la presión o la superstición asociada con ese ingrediente
indispensable. Lo cierto es que sin sal la vida perdería su sabor y este libro
nos ofrece un delicioso grupo de mujeres muy capaces de encontrar el punto
justo del sabor.
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