Por Fernando Gasca
Cuando algo o alguien genera una acción que va contra el
deseo de mi madre, ella suele decir: “nos jodieron”. Por decir, un maullido de
una gata en celo al amanecer; una alarma que se dispara con el retumbar del
trueno a la media noche; un aullido de perro a la luna llena; unas risas o una
parranda costeña en fin de semana; en fin, nos jodieron.
Esa unilateralidad, es la que no permite, no tampoco admite discusiones,
menos, aún diálogos o concesiones. No, esos actos hay que acabarlos de tajo,
¿Cómo?, ¿imponiendo una voluntad por sobre otra?.
Acaso, porque no intentar ¡por una vez!, una pequeña
conexión, un esguince a la plena diversión o goce del uno, sin que se imponga
su sana voluntad por encima de la del otro; insisto, esa unilateralidad es la
que se viene imponiendo hace muchos, muchos años en nuestro territorio, acaso…
diez, veinte, cuarenta o sesenta años de imposición, no han enseñado que la
falta de dialogo es el camino correcto, en el principio fue la guerra entre
rojos y azules, luego la guerrilla, después los para militares, y por ahí de a
ratos, y sin querer queriendo, algunos actos de gobierno (desapariciones,
falsos positivos, chuzaDas, en fin…), hasta cuándo y por cuánto tiempo más tendremos
que padecer este ¡nos jodieron!.
No queremos más actos unilaterales, es tiempo de amor, de reconciliación,
de dialogo, de concesión, de joder a los que nos joden, pero sin joder a nadie.
Como decían algunos hippies en los sesenta, love and peace,
hagamos el amor no la guerra. No pisemos la yerba, fumémosla, ah…que se la fumaron
verde, ese es problema de ellos, nosotros por lo pronto, ni aspiramos, ni
respiramos, sonreímos y reímos, que no nos vengan a dañar el rato; en algunos
asuntos, especialmente los personales, hay que aceptar a las personas con sus
virtudes y defectos. Bien lo dicen los Altamireños: el que quiere a San Roque,
quiere al perro y el que quiere al perro admite la chanda.