Por Esmir Garcés Q.
Poeta y editor
Cuando el maestro Zabaleta escribe un
poema, no solamente se está resistiendo a él mismo, sino que no aguanta esa sociedad de control que nos quiere
homogenizar ciertas prácticas de vidas; por lo tanto, el acto poético se
establece como un punto “liberador de potencias de vida”, como lo manifiesta Giorgio
Agamben. De allí que, esas potencias están contenidas en temas como el amor, el
desamor, la ciudad, el tiempo, la noche, la lluvia, la soledad, la indolencia,
el olor, entre otros. Un ejemplo de ello sería el siguiente poema: En esta
algarabía de soledad / vuelve llanto los pensamientos, / desdobla el presente,
/ hace añicos las alas de la ilusión. Precisamente, el poeta no solo canta
los paisajes de su interioridad, sino que contrasta los actos humanos externos;
para ello, acude al lenguaje figurado, como las metáforas y la sinestesia para
refundar el golpe del signo; por lo tanto, la poesía no solamente se compone
como acto reparador de las interioridades del creador, sino que se prolonga como
extensión estética, como acto revelador del lenguaje y; por ende, de las formas
de vida. Razón por la cual se escribe para resistir los mismos embates del
lenguaje que la sociedad de control ha encontrado como mecanismo para degradar
nuestras condiciones de vida. De allí que, el ejercicio de pensar con la palabra,
deberá ser tan natural como el árbol que da fruto, así habrá de brotar nuestros
poemas, incluso, nuestros sueños.
Llama la atención, que existe un eje
temático que sostiene el libro, es la presencia ausente de la amada que recorre
los versos y la ciudad, de la mano del poeta; tal como lo hiciese Dante
Alighieri en el poema épico, la Divina Comedia; el poeta bajo al
purgatorio de la mano de su amada Beatriz con el objetivo de despojarse de toda
su condición humana. Zabaleta propone que en nuestra interioridad existe ese
purgatorio, donde nos despojamos, entregamos o dejamos nuestros sentimientos en
algún rincón de la memoria; para Zabaleta, el amor no solamente constituye la
geografía de los afectos, sino la representación de esos tres estadios que nos
plantea Dante (infierno, purgatorio y paraíso), estadios que configuran la
esencia del ser; así lo corrobora los siguientes versos: Me declaro culpable
de resucitar tu cuerpo, / despierto o ¿tal vez sigo dormido? Lo anterior,
me posibilita trazar una línea argumental planteada por Valéry, de la que nos
dice que: “el pensamiento es, en suma, el trabajo que hace vivir en nosotros lo
que no existe”. De allí que, la palabra refunda constantemente la existencia de
las cosas; por consiguiente, un poema es, ante todo, la interrogación del mundo,
hacer visible lo que no existe.
Gracias Maestro Esmir por su reseña
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